Las 3 C’s de la Formación: Continua, Constante y de Calidad

Cabría pensar que los recursos son la base de la competitividad y del éxito, pero ya se ha visto que sólo con muchos recursos no se consigue. Tenemos el ejemplo de países con enormes recursos naturales y energéticos y renta per cápita muy baja, cuya población tiene un alto índice de pobreza, o de países como Japón que sin apenas recursos naturales y arrasado después de la WW II, es hoy una de las primeras economías del mundo.

De la misma forma, es también trasladable al mundo empresarial, donde empresas que disponiendo de excelentes recursos han desaparecido y otras con pocos recursos, comenzando en un garaje, hay llegado a ser líderes.

Si no son los recursos, … ¿lo será la información? Podríamos plantear que la información es la base para alcanzar el éxito. Sin embargo, la información es muy importante, pero no es suficiente, si así lo fuera bastaría con informar de los riesgos del tabaco para que nadie fumara.

La clave está en generar hábitos directivos saludables que posibiliten un clima de productividad real y el logro de los objetivos. Y esto sólo se consigue a través de la adecuada formación, y, si queremos auténticos resultados, de una formación que trascienda la adquisición del conocimiento o la prudencia en la toma de decisiones. Como nos explica este artículo: Formación Directiva y Capacidad Competitiva de Eduardo García Erquiaga.

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Así pues los directivos necesitamos formación, pero cómo abordarla nos plantea siempre el interrogante de dedicar nuestro valioso tiempo a una actividad que quizás no nos va a aportar demasiado en nuestro día a día.

Durante muchos años lo he sufrido en mi mismo, la falta de formación me ha llevado a cometer errores que podría haber evitado con un buen plan de formación.

No es suficiente tener un buen CV o una gran experiencia de haber trabajado en puestos similares al que vamos a desarrollar en el futuro. Los cambios se suceden cada vez más deprisa y tenemos que disponer de la mejor preparación para abordarlos.

Si lo analizamos desde otra óptica, no se nos ocurriría pensar que un conductor, un piloto o un capitán de yate desarrollaran su actividad sin una buena formación y preparación previa al desempeño de su trabajo. Lo mismo pensamos de un médico, un maestro, un abogado, o cualquier profesión que suponga asumir una responsabilidad sobre otras personas.

Sin embargo para ser empresario o directivo no parece tan evidente que disponer de una formación y preparación previa al desempeño sea tan necesaria. Pero… ¿Cuántos errores que han acabado con la quiebra o el deterioro de una empresa podrían haberse evitado si sus directivos hubieran tenido la preparación necesaria? ¿Cuántos puestos de trabajo se podía haber evitado perder y cuantas personas se han visto afectadas por ello?

Un profesional del marketing o la publicidad que terminó sus estudios profesionales hace 10 años se ha visto obligado a reciclarse completamente, debido al cambio radical producido en la comunicación con la aparición de los medios digitales y las redes sociales.

Esta misma situación se produce en otros ámbitos profesionales dentro del mundo empresarial, incluida la parte más complicada que es la dirección de personas.

Aunque los inicios de la formación directiva se remontan a mediados del siglo pasado, la mayor parte de las publicaciones y conocimiento en esta materia los podemos encontrar en libros digitales y blogs escritos en los últimos años, y ello obliga a que necesitemos una formación adaptada a los nuevos tiempos.

Además, la comunicación entre directivos se está centrando cada vez más en los medios digitales, lo que requiere un esfuerzo extra para adaptarnos también a las nuevas tecnologías y formas de comunicación con nuestros clientes, empleados, colegas o proveedores.

¿Cómo abordar la formación?

La formación ha de ser Continua, Constante y de Calidad.

Continua porque es para siempre, indefinida mientras ejerzamos como directivos. Hemos de mantenernos en forma, con el entrenamiento adecuado para dar una respuesta eficaz a los problemas, como un deportista que ha de seguir una práctica continua de mantenimiento en su disciplina.

Constante porque, al igual que un deportista se ha de entrenar a diario, la formación cuanto más la adaptemos a nuestro día a día será más eficaz. Conseguiremos más aprendiendo y practicando un poco cada día que con un atracón de una semana una vez al año.

Calidad, en un doble sentido:  de entrenador y de entrenamiento.

Al igual que en el deporte es muy importante tener un buen coach o entrenador, lo mismo ocurre aquí. Es esencial recurrir a un buen profesional que nos enseñe con el mejor método y conocimientos actualizados.

Hemos de sudar la camiseta. Un entrenamiento ha de ser de calidad para que nos permita avanzar en nuestras marcas deportivas. No sirve que nos den un diploma presencial por haber acudido a un curso, por muy extraordinarios que hayan sido sus docentes o muy excelente sea su contenido. El aprendizaje requiere práctica, requiere esfuerzo en demostrar que conocemos su contenido y hemos adquirido las habilidades enseñadas.

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