Muchas veces, como directivos, sentimos la necesidad de reconocer el talento individual por encima de la labor de equipo. Nos resulta más fácil reconocer una idea o aportación a una persona que a un grupo o equipo.
Por más que estemos convencidos de que el trabajo en equipo es fundamental para alcanzar una organización innovadora al aprovechar el talento de todos, tendemos a caer en atribuir el éxito a una única persona. Bien porque habitualmente siempre hay alguien que sobresale en el logro conseguido, o porque nos merece más confianza o, simplemente, porque nos dice lo que queremos escuchar, o lo que es peor, se atribuye las ideas de otros.
Si este reconocimiento llega una y otra vez, corremos el riesgo de convertir ese talento en “imprescindible”, incluso sin serlo. Estamos creando una dependencia cada vez mayor y contribuyendo a sobrevalorar a la persona por encima del equipo. Consecuentemente desmotivamos a los demás y provocamos una mayor dependencia de sus aportaciones.
Cuando dicha persona se convence de que su aportación es imprescindible y que el trabajo en equipo puede reducir su capacidad de influencia o de poder en la organización podemos decir que en nuestra empresa ha nacido una “estrella”.
Las consecuencias pueden ser nefastas para la organización si no corregimos a tiempo el error. La estrella suele llegar a pensar que está por encima del resto de las personas, y que las normas que rigen para el resto, pueden ser una excepción en su caso. De esta forma se llega a anteponer el logro del objetivo al cumplimiento de las normas, a veces incluso las más elementales, porque su talento es fundamental para el éxito.
Incluso puede llegar a suponer un reto para la estrella sentirse más valorada al eximirse del cumplimiento de pautas que para el resto son incuestionables, porque su talento le permite incluso decidir sus propias reglas de juego. Creando de esta manera un circulo vicioso del que cada vez nos va a ser mas difícil salir: la estrella cada vez brillará más eclipsando al resto de personas que se mostrarán más y más desmotivadas.
Resulta obvio que debemos romper cuanto antes este circulo vicioso y dejar claro que, si bien el talento individual es muy importante para la empresa, el cumplimiento de las normas y el respeto al resto de la organización o equipo lo son aún más.
Es posible que el talento individual sea fundamental para la empresa, incluso que una persona llegue a ser un verdadero genio que aporte grandes ideas o logros decisivos para el crecimiento o, incluso, la supervivencia de la empresa.
Si es así debemos corresponder evaluando objetivamente sus logros y reconociéndolos en la medida de nuestras posibilidades, pero sin crear una estrella. La humildad es una virtud que cuanto más alto más se debe tener y, desde luego, tratemos de evitar que el brillo de una persona eclipse al resto del equipo.
Si las circunstancias nos han llevado a tener estrellas que eclipsen la luz de los demás debemos fijarnos el objetivo de reducir su efecto cuanto antes y permitir que el resto del equipo aporte su propia luz. El respeto de las normas internas es fundamental para conseguir el compromiso de todos los empleados y no deben establecerse excepciones.
Si una norma no puede ser cumplida por todos debe cambiarse, si no es posible habrá que realizar un esfuerzo para que sea respetada por todos.
Una organización innovadora debe aprovechar al máximo el talento de las personas que la integran, sin estrellas que lo eclipsen. Las estrellas mejor en el firmamento que en la empresa.